El soliloquio de los días eternos

El callejón oscuro de la Luna

esconde los delgados hilos de esta vida.

Silente y hermosa seca sus lágrimas

escondidas tras las tenues notas de la noche

y un par de nubes que le pasan por la frente.

Los cantos del ladrón nocturno

se van apagando, desaparecen al filo de la una...

Un suspiro y los silencios de sus cuerdas de acero

que no vibran más.

Se vá... A hacer sonar su lira en otro cielo

con sus cantos de Luna que nunca dejarán de serlo,

para ver de lejos la historia de amor

que nunca será terminada...

El Sol distante saliendo al Este

justo a tiempo para no ver a su amada

con la eterna espera en la mirada.

El alba no tan distante, burlona

como el desfiladero que los separa.

Se buscan, se esconden, no se encuentran...

Ríen a media boca y lloran con el alma completa, extraviada.

Esperan... Esperan... Esperan...

El tiempo cruel de los amantes eternos.

Dos minutos y un segundo más tarde.

La inmensidad del mar en un instante...

El Sol y la Luna...

Dos astros que en millones de años

jamás se han tocado y jamás lo harán.

Dos astros que se buscan

cruelmente destinados a no encontrarse

y me pregunto entonces: A que juegan?

Tal vez yo nunca quiera saber la respuesta...