Rodó una lágrima negra por su mejilla
tempestades sin nombre,
llanto sin luto,
desesperados en la soledad de una tarde a medio morir
tras el oscuro callejón de la risa...
El estallido de una bomba,
sus puños cerrados para la batalla
y su lengua como espada
cortaron el aire...
Vil y traicionero el ataque.
Repicaron las campanas, frías,
solitarias y llenas de olvido.
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