No necesito recordar el sin fin de momentos inexplicables donde todo lo que acontece llena de paz un rostro o reir a media carcajada cuando la lluvia melancólica no cesa... Mucho menos tratar de opacar la luz que entra por el ventanal que ahora no se vuelve de colores, si no más bien se queda traslucida, monótona y ausente de toda vida.
Como si parpadease un segundo antes de ver la lejanía que sostengo en el alma acomodandose para dormir mientras a mi me toca despertar a la realidad. Es acaso, en lo más mínimo, razonable?
Acaso las culpas se aglutinan y rompen a llorar tras el rincón que quedó vacío y que sin la menor duda se ríe de la misma desventura que le aqueja tan sólo para no encarar al cruel destino en el cual nunca tuvo la necesidad de creer? Y que sucede si al final de cuentas sí somos titeres del destino? Incapaces de hacer de nuestra vida lo que deseamos de ella? Con que cara se enfrenta a la realidad sabiendo que todo es en vano pues el tramo ya está prefijado?
Sin lugar a dudas la respuesta que busco y que se necesita para una situación como ésta está ligada a al desesperación de tener que esperar y esperar y esperar... Pero, que es lo que tanto esperamos? Algunos esperan una señal divina, otros un golpe de suerte o la fatal libertad que da la muerte porque ésta los salvará del mundo atroz que les depara nada menos que dolor, frustración y sufrimiento... Acaso alguno espera una luz de esperanza al final de la oscuridad? O la ternura de una risa a media tarde? Con uno sólo bastaría...
Definitivamente los más raros son ls que esperan un amor, un compañero para toda la vida pero son éstos los más valiosos. Aquéllos que no caen en las trampas sutiles que la vida pone para truncarnos la paz y la felicidad de un recinto sagrado englobado en reconocerse en el alma de otro y caminar juntos a un mismo destino. Que pocos quedán ya de esos...
Pero debo dejar de hablar de estos seres ideales de los que muy poco se ha sabido durante un par de eternidades y centrarme en lo más real, en aquéllos seres que erran el camino, que confunden las voces o que tal vez nunca alcanzaron a escucharlas, aquéllos que sufren por sus propias culpas y que no tienen redención, aquéllos que al igual que cierto personaje cayo del cielo a los abismos y no tuvo nunca perdón o aquéllos otros de corazón puro que fueron degenerandose en el camino por las mismas inclemencias de la cruel vida...
Y que importa ahora lo que piense o escriba, diga o deje de decir si el resultado no cambiará... Seguiré caminando sin rumbo como alma en pena, expiando mis propios errores sin lamentarme por ello pues en esta vida debemos siempre pagar por las cosas que hacemos, las que dejamos de hacer, por aquéllos a quienes les creemos o por no creer en quienes merecen enmendar los errores cometidos y hasta por reir de las desgracias ajenas o no llorar las propias.
Al final del día todo resulta igual... Dormir para despertar de nuevo al trsite ciclo en el que estamos atrapados hasta que la muerte le pongas fin.
viernes 27 de agosto de 2010
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3 comentarios:
Estos monólogos, son una terapia... Y yo creo que aunque escribamos o no, nuestro destino no cambia... Pero quizás escribiendo, nos entendamos nosotros... Y, amigo, sin dudas, nosotros si podemos cambiar nuestro destino... Besos!
La vida siempre sigue arrastrándonos, sólo nos hace inmortales la palabra, que es la casa del ser. Interesante blog
Gracias chicos por sus comentarios! La palabra nos hace inmortales, Fran eso es de lo mejor que he escuchado en días! gracias por compartirlo acá
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Gracias por dejar un recuerdo! :D